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Sonríe, puede ser lo último que vea tu paciente

Escrito por Eduardo Emouna, Madrij de GAMP "Coaj".


Cuando inicié mi trayectoria en GAMP “Coaj” nunca imaginé que iba a llegar el momento de subir a una ambulancia: nunca imaginé lo fuerte emocionalmente que podría llegar a ser y nunca imaginé que iba a aprender mucho estando ahí, además de como paramédico como persona.

En mi primer servicio de ambulancia recibimos un llamado que anunciaba a una persona inconsciente en su casa. En lo que llegamos nadie sabía con qué nos podríamos enfrentar, yo lo que no esperaba era que este servicio iba a marcar mi vida. Como era mi primer servicio estaba nervioso por miedo a no hacer algo bien, pero a su vez estaba emocionado porque sería el servicio que me introduciría y me mostraría la realidad de los paramédicos.

Llegamos al lugar, era una casa de bajos recursos y desde ahí me di cuenta de lo importante que era valorar lo que tengo. Entramos al único cuarto que había en la casa, el paciente estaba en la cama acostado y el jefe de servicio me pidió que checara si estaba inconsciente: primero trate de hablarle para ver si contestaba y no funcionó, después intenté con estímulos dolorosos y tampoco dio resultados, por lo que concluimos que en efecto estaba inconsciente.



El jefe de servicio me pidió que revisara si tenía pulso: no estaba presente, la piel estaba fría y empezamos a preguntarle a los familiares cuánto tiempo llevaba así, la familia respondió que más de 2 horas. Pensaron que estaba dormido y cuando lo quisieron despertar no respondía y por eso nos habían llamado.

En ese momento el jefe de servicio les tuvo que dar la noticia de que no podíamos hacer nada para ayudarlo, que no encontrábamos signos vitales y no podíamos salvarlo, toda la familia empezó a llorar y nosotros nos quedamos un momento para consolarlos como pudiéramos. Al pasar unos minutos llegaron los hermanos del paciente muy agitados pidiéndonos explicaciones sobre lo que había pasado.

Entre el jefe de servicio y yo les explicamos que ya no tenía signos vitales y que llevaba mucho tiempo así, los hermanos no lo entendían, nos decían que era muy joven que solo tenía 54 años y que no entienden por qué les estábamos diciendo esto. Tuvimos que calmarlos y enseñarles con el pulsioxímetro que ya no tenía signos vitales: fue lo más duro que he vivido como paramédico, enseñarle a toda la familia del paciente que ya no iba a despertar, aprendí que en la ambulancia tienes que ser muy fuerte para dar noticias así.

Ahora que escribo estos pensamientos, me viene a la mente una de las enseñanzas más grandes que he tenido hasta ahora en el mundo prehospitalario. En mi primer día de cobertura como voluntario de GAMP “Coaj” en las ambulancias de Protección Civil de Cuajimalpa, uno de los paramédicos de ahí me dijo: “Sonríe, puede ser que sea lo último que vea tu paciente”.


 

Marzo 2018

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