Escrito por Esther Michan, Madrija de GAMP "Coaj".
Muchas veces hemos escuchado a nuestros padres, abuelos y otras figuras importantes en nuestra vida, decirnos que debemos agradecer lo que tenemos y valorarlo; y la verdad es que tienen mucha razón en gran parte. La mayoría de nosotros no entendemos la suerte que tenemos. Incluso fuera de las posibilidades de viajar, comprar cosas o salir a comer los fines de semana; tenemos un techo estable sobre nuestra cabeza, comida en la mesa, salud, atención médica y muchas otras cosas.
Y ahora que digo esto, me percato de que yo nunca en mi vida había tenido la necesidad de pensar qué pasaría si...: ¿si no tuviera comida en la mesa?, ¿si me enfermara y no tuviera dinero para las medicinas?, ¿si me accidentara y no tuviera cómo llegar al hospital?, ¿si me pasara algo y cambiara mi estilo de vida?
En GAMP “Coaj” he tenido la oportunidad de aprender varias cosas y sin duda todas ellas han contribuido a mi formación como persona, pero ninguna me ha marcado tanto como mis diversas experiencias en Protección Civil Cuajimalpa: nunca pensé que yo me iba a enfrentar al tipo de cosas que he vivido ahí.
Hay muchos retos al enfrentarse a la atención prehospitalaria, pero personalmente he aprendido que mi mayor reto al subirme a la ambulancia es con el que me voy a encontrar cuando me baje: ¿qué historia nueva voy a tener que escuchar para entender lo que pasó? Sí, claramente la atención médica es nuestra prioridad en GAMP “Coaj”; entrenamos a los voluntarios para ser capaces de lidiar con situaciones médicas sin dudar, pero a mí nunca en mi vida me habían preparado para vivir tan de cerca las historias de vida de la realidad de muchos mexicanos.
Como algunos saben, Protección Civil Cuajimalpa, es una institución de gobierno que se encarga de toda la atención a emergencias. Las personas que llaman esas ambulancias son gente que no cuenta con seguro médico, y si tiene la suerte de tenerlo pertenecen al IMS o al ISSSTE. Estas personas son las que me han marcado a mí.
Cada vez que he ido, siempre llego a mi casa con la misma expresión en la cara: angustia. Mi familia siempre me reconforta diciendo que ayudé con todo en lo que estuvo en mis manos, pero por otro lado yo no me explico cómo puede funcionar el mundo así. Voy a la ambulancia de 3 de la tarde hasta las 9 de la noche y al terminar regreso a mi casa y ahí tengo un plato de comida en compañía de mi familia. Al acabar me voy a mi cuarto a bañarme y me acuesto en mi cama a ver la televisión. Sin embargo, en ese tiempo, lo único que pasa por mi cabeza es el hecho de que sólo durante 6 horas del día tuve que lidiar con esta otra realidad tan cercana territorialmente a la mía, pero demasiado lejana en cuanto a estilo de vida.
A pesar de haber vuelto a mi vida cotidiana el mal momento en mi mente no ha terminado, mi vida no regresa a la normalidad. Las personas que conocí no desaparecen: pienso en ellas y en como la mayoría no tienen siempre comida esperándolos en la mesa, no tienen acceso a un baño con agua caliente al llegar a sus casas después de la lluvia, muchos después de vivir esos accidentes pierden sus trabajos o dejan de trabajar por meses en los que no tienen cómo mantener a sus hijos. Es en esta reflexión cuando me gustaría entender cómo puede funcionar el mundo así, me encantaría encontrar una explicación que tenga una respuesta con más sentido que la suerte y bendición de nuestra realidad.
Paso mis días buscando una manera en la que pueda ayudar más a estas personas. La primera acción que decidí implementar en mí, gracias a GAMP “Coaj” y a mi familia, es la de valorar. A no dar las cosas por sentado y a contribuir a la sociedad en la que vivo, pero también entender que mi comunidad no es solamente la judía de México, sino que formo parte de la sociedad mexicana: de este país que nos da un lugar donde vivir con libertad, donde podemos expresarnos y seguir nuestras creencias.
Nosotros como judíos tenemos la responsabilidad moral de no solamente preocuparnos por ayudar a los nuestros: somos una comunidad que debemos aportar afuera de nuestras fronteras.
En GAMP “Coaj” estamos enmarcados por nuestro slogan que enuncia “existimos para ayudar”; y es un orgullo decir que somos un grupo de jóvenes judíos que nos dedicamos precisamente a esto y que ampliamos nuestras fronteras para contribuir con gente que lo necesita en el país, gracias a nuestros conocimientos y habilidades, sin importar que ellos crean en lo mismo que nosotros.
Marzo 2018
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