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SonrĂ­e, puede ser lo Ășltimo que vea tu paciente

  • Foto del escritor: Grupo de Apoyo MĂ©dico Prehospitalario COAJ
    Grupo de Apoyo Médico Prehospitalario COAJ
  • 13 ago 2018
  • 2 Min. de lectura

Escrito por Eduardo Emouna, Madrij de GAMP "Coaj".


Cuando iniciĂ© mi trayectoria en GAMP “Coaj” nunca imaginĂ© que iba a llegar el momento de subir a una ambulancia: nunca imaginĂ© lo fuerte emocionalmente que podrĂ­a llegar a ser y nunca imaginĂ© que iba a aprender mucho estando ahĂ­, ademĂĄs de como paramĂ©dico como persona.

En mi primer servicio de ambulancia recibimos un llamado que anunciaba a una persona inconsciente en su casa. En lo que llegamos nadie sabía con qué nos podríamos enfrentar, yo lo que no esperaba era que este servicio iba a marcar mi vida. Como era mi primer servicio estaba nervioso por miedo a no hacer algo bien, pero a su vez estaba emocionado porque sería el servicio que me introduciría y me mostraría la realidad de los paramédicos.

Llegamos al lugar, era una casa de bajos recursos y desde ahĂ­ me di cuenta de lo importante que era valorar lo que tengo. Entramos al Ășnico cuarto que habĂ­a en la casa, el paciente estaba en la cama acostado y el jefe de servicio me pidiĂł que checara si estaba inconsciente: primero trate de hablarle para ver si contestaba y no funcionĂł, despuĂ©s intentĂ© con estĂ­mulos dolorosos y tampoco dio resultados, por lo que concluimos que en efecto estaba inconsciente.


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El jefe de servicio me pidiĂł que revisara si tenĂ­a pulso: no estaba presente, la piel estaba frĂ­a y empezamos a preguntarle a los familiares cuĂĄnto tiempo llevaba asĂ­, la familia respondiĂł que mĂĄs de 2 horas. Pensaron que estaba dormido y cuando lo quisieron despertar no respondĂ­a y por eso nos habĂ­an llamado.

En ese momento el jefe de servicio les tuvo que dar la noticia de que no podíamos hacer nada para ayudarlo, que no encontråbamos signos vitales y no podíamos salvarlo, toda la familia empezó a llorar y nosotros nos quedamos un momento para consolarlos como pudiéramos. Al pasar unos minutos llegaron los hermanos del paciente muy agitados pidiéndonos explicaciones sobre lo que había pasado.

Entre el jefe de servicio y yo les explicamos que ya no tenía signos vitales y que llevaba mucho tiempo así, los hermanos no lo entendían, nos decían que era muy joven que solo tenía 54 años y que no entienden por qué les eståbamos diciendo esto. Tuvimos que calmarlos y enseñarles con el pulsioxímetro que ya no tenía signos vitales: fue lo mås duro que he vivido como paramédico, enseñarle a toda la familia del paciente que ya no iba a despertar, aprendí que en la ambulancia tienes que ser muy fuerte para dar noticias así.

Ahora que escribo estos pensamientos, me viene a la mente una de las enseñanzas mĂĄs grandes que he tenido hasta ahora en el mundo prehospitalario. En mi primer dĂ­a de cobertura como voluntario de GAMP “Coaj” en las ambulancias de ProtecciĂłn Civil de Cuajimalpa, uno de los paramĂ©dicos de ahĂ­ me dijo: “SonrĂ­e, puede ser que sea lo Ășltimo que vea tu paciente”.


Marzo 2018

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